Diez personas en su mayoría jóvenes
de varias escuelas del Sur de California salieron de su casa con grandes
espectativas solo para encontrarse con la muerte, eso sucedió este jueves diez
de abril en un accidente en el pueblo de Orland al norte de California. Según
reportes de prensa un camion de la compañía FedEx chocó con un autobus en el
que viajaban los estudiantes en que también se vio involucrado un automóbil
nissan Altima. En el autobus viajaban unas 48 personas de las cuales la mayoría
eran estudiantes de varias escuelas de preparatoria del Sur de California. Estos estudiantes
se dirigían al la Universidad Estatal de Humboldt en donde algunos ya habían sido
admitidos y otros para realizar las gestiones pertinentes.
Algunos de los sobrevivientes relatan
que tuvieron que salir despavoridos en medio de una enorme bola de fuego en la que
se había convertido el autobus tras el impacto entre el camion y éste. Al
parecer el accidente lo ocasionó el camion de FedEx al cruzar la línea que separa
las dos vías de la carretera. Eso por supuesto está en investigación y al
parecer tomará tiempo en opinion de los expertos debido a que tanto el piloto
del autobus como del camion fallecieron. “Miré hacia atrás y vi a un monton de
chicos rompiendo ventanas y caían unos encima de otros tratando de salir” dijo
la reportera Britney Hopper. La gravedad de este accidente se puede ver en que muchos de los cuerpos de los
jovencitos fallecidos quedaron calcinados.
Las autoridades forences han tenido que acudir a las placas dentales
para identificarlos, de no ser así tendrán que acudir a las pruebas de ADN dijo
el superintendente escolar del Monte California.
Constantemente ocurren trajedias en
las cuales siempre hay vidas que lamentar, en este caso llama la atención
por tratrarse de jóvenes cuyo viaje era por motivos meramente académicos.
Quienes en algún momento de nuestra vida hemos soñado con ser aceptados en una institución
educativa de renombre entendemos mejor lo que de seguro motivó a estos
muchachos a subirse a ese autobus. Dentro de sus mentes de seguro iba un cúmulo
de ilusiones visualizando un futuro prometedor para ellos y sus familias. Uno
de ellos al parecer se subió equivocadamente en el bus que no le correpondía,
de ir en el correcto no estuviera entre los fallecidos, es ahí donde en
ocasiones la vida ofrece más preguntas que respuestas.
En lo personal lo sucedido con
estos jovencitos que se perfilaban como futuros profesionales al servicio de la
sociedad estadounidense me transporta al primero de septiembre de 1999. Esa
fecha marcó la vida de mi familia y mía para siempre con la muerte accidental de
nuestro primer hijo Elfrid David en una transitada carretera de Los Angeles
California. Se trataba de un joven de escasos veinticuatro años, todo un líder juvenil
y de alabanza en la iglesia de la cual soy pastor. David cuya sonrisa espontánea
quedó impregnada en la mente de muchos quienes le conocieron y convivieron con
él, estaba a punto obtener su maestría y al saber quien era mi hijo estoy
seguro que no se iba a a quedar ahí. Era un muchacho con tantos deseos de
superación que solo con escuchalo me sentía honrado de ser su padre. Una de las
cosas que más le preocupaba era nuestro futuro, el de mi esposa y yo cuando ya
no estuviésemos en capacidad de trabajar. Las vida y la muerte de David me inspiró a
escribir dos libros que han sido de bendición para muchas vidas titulados: El
David que Dios se Llevó y Aprendamos de la Adversidad.
Cada vez que suceden muertes
repentinas como la de estos jovencitos, la de mi hijo y la de tantos otros pienso en lo efímero que es la
vida. Eran como las once de la noche de aquel martes 31 de agosto cuando todavía
hablé con David en mi oficina. Estaba frente a la computadora usando mi lugar
seguro de lo que hacía sin pensar en que eran sus últimas horas en este mundo.
Ahora pienso en estos padres del Sur de California que de seguro vieron partir
a sus hijos llenos de ilusiones, ilusiones que se esfumaron en un cosa de
segundos. Pienso no solamente en ellos sino en todos aquellos a quienes el
destino les ha arrebatado a sus seres queridos de repente y lo difícil que es asimilar esta clase de
situaciones, porque superarlas es imposible.
También pienso en la necesidad de
estar preparados espiritualmente sobre el destino eterno de nuestra alma. Los
creyentes que hemos aceptado el señorío de Cristo sobre nuestras vidas sabemos
que si vivimos vivimos para él y si morimos también es para él. David tenía esa
seguridad, yo se que está en donde un día le veré y por eso el título del
primer libro es El David que Dios se Llevó. Esa seguridad y confianza nos a
ayudado mucho a mi familia y a mí el saber que solamente se nos adelantó.
Cuando no hay esa seguridad es mucho más difícil asimilarlo. Finalmente,
ofresco mis oraciones en favor de las familias de los jovencitos
fallecidos y por los que afortunadamente
quedaron vivos para que puedan superar el trauma de una situacion tan
devastadora. Oro especialmente por ellos
para en un futuro cercano puedan ver realizados sus sueños, que alcancen sus
metas y llenen todas sus espectativas.
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