sábado, 12 de abril de 2014

CUANDO LA MUERTE TRUNCA LOS SUEÑOS


Diez personas en su mayoría jóvenes de varias escuelas del Sur de California salieron de su casa con grandes espectativas solo para encontrarse con la muerte, eso sucedió este jueves diez de abril en un accidente en el pueblo de Orland al norte de California. Según reportes de prensa un camion de la compañía FedEx chocó con un autobus en el que viajaban los estudiantes en que también se vio involucrado un automóbil nissan Altima. En el autobus viajaban unas 48 personas de las cuales la mayoría eran estudiantes de varias escuelas de preparatoria del Sur de California. Estos estudiantes se dirigían al la Universidad Estatal de Humboldt en donde algunos ya habían sido admitidos y otros para realizar las gestiones pertinentes.  
Algunos de los sobrevivientes relatan que tuvieron que salir despavoridos en medio de una enorme bola de fuego en la que se había convertido el autobus tras el impacto entre el camion y éste. Al parecer el accidente lo ocasionó el camion de FedEx al cruzar la línea que separa las dos vías de la carretera.  Eso  por supuesto está en investigación y al parecer tomará tiempo en opinion de los expertos debido a que tanto el piloto del autobus como del camion fallecieron. “Miré hacia atrás y vi a un monton de chicos rompiendo ventanas y caían unos encima de otros tratando de salir” dijo la reportera Britney Hopper. La gravedad de este accidente se puede  ver en que muchos de los cuerpos de los jovencitos fallecidos quedaron calcinados.  Las autoridades forences han tenido que acudir a las placas dentales para identificarlos, de no ser así tendrán que acudir a las pruebas de ADN dijo el superintendente escolar del Monte California.
Constantemente ocurren trajedias en las cuales siempre hay vidas que lamentar, en este caso llama la atención por tratrarse de jóvenes cuyo viaje era por motivos meramente académicos. Quienes en algún momento de nuestra vida hemos soñado con ser aceptados en una institución educativa de renombre entendemos mejor lo que de seguro motivó a estos muchachos a subirse a ese autobus. Dentro de sus mentes de seguro iba un cúmulo de ilusiones visualizando un futuro prometedor para ellos y sus familias. Uno de ellos al parecer se subió equivocadamente en el bus que no le correpondía, de ir en el correcto no estuviera entre los fallecidos, es ahí donde en ocasiones la vida ofrece más preguntas que respuestas.
En lo personal lo sucedido con estos jovencitos que se perfilaban como futuros profesionales al servicio de la sociedad estadounidense me transporta al primero de septiembre de 1999. Esa fecha marcó la vida de mi familia y mía para siempre con la muerte accidental de nuestro primer hijo Elfrid David en una transitada carretera de Los Angeles California. Se trataba de un joven de escasos veinticuatro años, todo un líder juvenil y de alabanza en la iglesia de la cual soy pastor. David cuya sonrisa espontánea quedó impregnada en la mente de muchos quienes le conocieron y convivieron con él, estaba a punto obtener su maestría y al saber quien era mi hijo estoy seguro que no se iba a a quedar ahí. Era un muchacho con tantos deseos de superación que solo con escuchalo me sentía honrado de ser su padre. Una de las cosas que más le preocupaba era nuestro futuro, el de mi esposa y yo cuando ya no estuviésemos en capacidad de trabajar.  Las vida y la muerte de David me inspiró a escribir dos libros que han sido de bendición para muchas vidas titulados: El David que Dios se Llevó y Aprendamos de la Adversidad.
Cada vez que suceden muertes repentinas como la de estos jovencitos, la de mi hijo y  la de tantos otros pienso en lo efímero que es la vida. Eran como las once de la noche de aquel martes 31 de agosto cuando todavía hablé con David en mi oficina. Estaba frente a la computadora usando mi lugar seguro de lo que hacía sin pensar en que eran sus últimas horas en este mundo. Ahora pienso en estos padres del Sur de California que de seguro vieron partir a sus hijos llenos de ilusiones, ilusiones que se esfumaron en un cosa de segundos. Pienso no solamente en ellos sino en todos aquellos a quienes el destino les ha arrebatado a sus seres queridos de repente  y lo difícil que es asimilar esta clase de situaciones, porque superarlas es imposible.  
También pienso en la necesidad de estar preparados espiritualmente sobre el destino eterno de nuestra alma. Los creyentes que hemos aceptado el señorío de Cristo sobre nuestras vidas sabemos que si vivimos vivimos para él y si morimos también es para él. David tenía esa seguridad, yo se que está en donde un día le veré y por eso el título del primer libro es El David que Dios se Llevó. Esa seguridad y confianza nos a ayudado mucho a mi familia y a mí el saber que solamente se nos adelantó. Cuando no hay esa seguridad es mucho más difícil asimilarlo. Finalmente, ofresco mis oraciones en favor de las familias de los jovencitos fallecidos  y por los que afortunadamente quedaron vivos para que puedan superar el trauma de una situacion tan devastadora.  Oro especialmente por ellos para en un futuro cercano puedan ver realizados sus sueños, que alcancen sus metas y llenen todas sus espectativas.

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