Para mi esposa y yo
fueron tres días felices y cuatro noches
maravillosas con nuestro hijo Ociel y su familia en la bella ciudad de Tucson
Arizona recientemente. Si bien el viaje se venía planeando desde
aproximadamente el mes de noviembre del 2012, finalmente se programó para el
martes 19 de febrero, justo en los días que la salud de Ociel estaba bastante
afectada y nosotros sin saberlo. Una prueba más de que Dios actúa en su tiempo.
Hacía más de un año
que no manejaba más de dos horas en carretera, quizá por ello no me decidía
ante la insistencia de mi esposa. Varias
veces consideramos viajar en avión esperando algún precio especial, pero por
más que se consultaba, éstos se mantenían altos y decimos hacerlo en carro. Además
necesitábamos llevar algunas pertenencias a Ociel que en avión hubiera sido más
complicado. Por fin nos lanzamos al
freeway el martes 19 a eso de las diez y media de la mañana.
Afortunadamente el
clima estuvo favorable para manejar unas seis horas sin parar hasta la ciudad
de Phonex, ya para entonces el hambre nos devoraba, digo favorable por tratarse
del desierto. Entre la búsqueda en donde
almorzar y hacerlo nos tomó una hora para luego manejar otras dos hasta nuestro
destino, la ciudad de Tucson unas ocho horas sin parar desde los Ángeles.
Ociel recién había
salido del hospital en donde permaneció unos cinco días con neumonía. Su aspecto mostraba debilidad y cansancio
pero el vernos después de cerca de un año y medio al parecer le ayudó mucho.
Fueron tres días y cuatro noches de compartir con él y su familia especialmente
con el nieto Axelito que aparte de tener un real parecido con su padre, es un
niño muy cariñoso quien con su sonrisa cautiva a cualquier persona.
Aparte de visitar a
Ociel y su familia política, una de las experiencias maravillosas de este viaje
fue el ver caer nieve el miércoles. Comenzó lloviendo un tanto recio y en pocos
minutos ésta caía como pedazos de
algodón y en pocos minutos los techos se veían blancos al igual que los carros
y los árboles. Por la noche tuvimos la presencia de los consuegros los hermanos
Efren y Ana Lilian así como su hijo benjamín con su familia y por su puesto Liz e Isabela de la familia anfitriona. Sin embargo,
cualquier cosa por bonita que sea no se compara con la ternura del nietecito
Alexander Ociel quien como ya dije con su sonrisa cautiva a cualquiera, lo pude
ver en los lugares que recorrimos. Cuando cenábamos en un restaurante-bufet
cerca de la casa varias personas se detenían para verle y bridarle
``cariñitos``, sin afán de ufanarme
puedo decir que se distinguía entre otros niños. Dice Ociel que cuando ya nos
habíamos marchado, Alexito nos buscaba en la que había sido nuestra habitación.
Nosotros para que Ociel se relajara un poco nos lo llevábamos por más de una
hora, Ociel preocupado nos llamaba por si iba por él pero el niño se comportaba
como si estuviera acostumbrado a los abuelos desde hace tiempo.
La alegría de
vernos motivó mucho a Ociel pero en la
despedida su tristeza era evidente, insistía en que nos quedáramos un día más,
por compromisos ministeriales era imposible además el lunes Olga tenía una cita
con el doctor. Nos despedimos en un
restaurante del oeste de la ciudad en compañía de su esposa, el niño y sus
suegros a eso de las once del medio día para llegar pasado de las ocho de la noche a Los Ángeles.
Hasta el momento
son cuatro nietos que disfrutamos a la distancia incluendo a Isabela. David y Myla de nuestra hija
Lizeth con su esposo Ángel (hermano de Liz la esposa de Ociel) en Carolina del
Norte. Davicito lleva el nombre de nuestro primer Hijo David que Dios dispuso
llevárselo en la flor de su juventud cuando aparte de ser un verdadero líder
juvenil y de alabanza, se perfilaba con un futuro muy prometedor. Dios me
permitió honrar su memoria al escribir dos libros titulados ``El David que Dios
se llevó`` y ``Aprendamos de la Adversidad``.
Davicito a sus cinco añitos es un niño que de
veras hace honor al nombre de su tío. En Octubre estuvimos en Charlotte con
motivo del nacimiento de Myla (la única nietecita hasta el momento) me agradó la forma en que Lizeth y Ángel lo
están educando, le gustaba sentarse junto a mí para ver televisión y un día me abrazó
y me dijo: Papimir ``I love you``. Un
detalle que como abuelo lo llevaré impregnado por el resto de mi vida. ¿Y qué
decir de Myla que a sus cinco meses disfrutamos de su sonrisa también muy
cautivadora a través del Facebook?
Envidio en el buen sentido de la palabra a los
abuelos que tienen la dicha de vivir la tercera edad disfrutando del calor de
sus nietos. Hay cosas que no son fáciles de asimilar, los hijos un día habrán
de volar y los padres, decía el mío: ``se quedan como al principio con la
triste diferencia que ahora cada día más viejos``. También agregaba: ``como el palo del acial``
un instrumento de madera con un látigo de cuero que usan los campesinos en mi
región para pegarle a los animales e impulsarlos a caminar o algo por el
estilo. Una alusión a que a medida que la edad avanza y del mucho esfuerzo en
la vida las fuerzas se van agotando hasta que el cuero se acaba y sólo queda el
palo o pieza de madera rolliza deteriorada. Eso todavía no va con migo pero es
obvio que un día llegará pero con la seguridad que Dios honra a los que lo
honran. El rey David decía: ``Joven fui, y envejecido, y no he visto justo
desamparado ni su simiente que mendigue pan`` (Salmo 37:25).
Bien, agradezco a
Dios por mis hijos y no dudo que la formación que recibieron de sus padres les
haya forjado para honrar en todo a Dios.
Son hijos de pastores, hijos de promesa, lo que ahora son se lo debo a
Dios, le siguen sirviendo ahora como esposos y padres. La Biblia dice: ``Si Jehová no edificare la
casa, en vano trabajan los que la
edifican. He aquí herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima es el fruto
del vientre. Como saetas en manos del valiente, así son los hijos habidos en la
juventud. Bienaventurado el que llenó su aljaba de ellos. No será avergonzado.
(Salmo 127:1; 3-5).
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