Tres hombres: Neil Armstrong, Edwin Buzz aldrin
y Michael Collings a bordo del Apolo Once aterrizaban en la luna después de
recorrer unos 400,000 kilómetros cuatro días después de despegar de Cabo
Cañaberal en Florida. Mientras Armstrong caminaba e impregnaba sus huellas sobre la superficie
lunar por unas dos horas y media, el
presidente Richard Nixon aparecía en pantalla muy jubiloso reconociendo el gran
avance que la humanidad se acreditaba y felicitando a los astronautas por tan
glorioso acontecimiento. A partir de
entonces el espacio se convertía como dijo Aldrin (uno de los tres astronautas)
días después en: ``Un símbolo insaciable de curiosidad por explorar lo
desconocido``.
Neil Armastrong muere el 25 de Agosto del 2012,
a sus 82 años y 43 de haber comandado el Apolo Once. Hoy Estados Unidos y el mundo le recuerdan
como un hombre que al igual que muchos otros dejan huellas bien marcadas en la
historia, salvo que este caso es de particular relevancia porque se trata nada
menos que de conquistar el espacio. Aparte de que al pisar la luna pronunció
las palabras que ahora lo inmortalizan: ``Un pequeño paso para un hombre, un
gran paso para la humanidad``. Más tarde también dijera: ``La tierra colgaba
encima de mí. Era un colgante turquesa sobre un cielo de terciopelo
negro``.
Al parecer Armstrong murió de problemas del
corazón, pero yo quiero asumir que en
los últimos días de su existencia haya revivido ese 20 de Julio de 1969; que
haya vuelto a contemplar a la tierra colgada por encima de él; a ese colgante
turquesa sobre un cielo de terciopelo negro; a ese cielo en donde de seguro ha
sido recibido con honores celestiales como un hombre que confesó en todo
momento su fe en Jesús.
Dice La revista Fuerza Latina Cristiana:
``Entre los tripulantes del Apolo 11 que llega a la luna, está Buzz Aldrin,
hoy anciano de una iglesia presbiteriana en Houston – Webster Presbiterian Church-,
que ha dado muchos astronautas. Su pastor Dean Woodruff le sugirió llevar unas
pequeñas bolsas de plástico con pan y vino, para celebrar la Santa Cena en la
luna``. Aldrin lo hizo leyendo lo que
llevaba escrito en una tarjeta: ``Yo soy la vid y vosotros las ramas; el que
permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto, separados de mí no podéis
hacer nada`` (Juan 15:5). También asumo
que en los últimos momentos de su existencia Armstrong revivió esa Santa Cena
en la luna (única para ellos) que ahora la practica más allá de ese cielo de terciopelo
negro, más allá de la luna,
más allá del sol. Hace bien
dicha revista en destacar la fe evangélica de Armstrong porque los medios
seculares enfatizan su heroísmo solamente.En lo personal no quiero ignorar una de las muchas anécdotas en mi vida, veámos ésta
relacionada con la conquista de la luna. El 30 de Junio de 1972 conocí a quien es mi esposa Olga Marina, sucede que su madre no me aceptaba y a decir de ``mi novia``, estaba muy difícil que yo pudiera entrar en su casa. Como un joven impulsivo ya con 21 años redacté una carta dirigida a mi futura suegra que entre muchas cosas respetuosas le decía: ``Si los astronautas llegaron a la luna, nada me habrá de impedir ser novio de su hija y el que yo entre en su casa``. A las pocas semanas se me abrían las puertas, dos años y medio después nos casamos y ¿qué creen? La señora siempre que hay oportunidad, me lo recuerda.
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