domingo, 3 de julio de 2011

IMPRESIONES DE UN VIAJE: EL VOLCÁN DE IPALA, SU LAGUNA Y EL PROGRESO DE UN PUEBLO.

Es la cuarta vez en veinticinco años de estar en mi país. La primera fue en Septiembre de 1990 cuando aún vivía mi padre y de hecho sabía que por su condición física de seguro era la última vez que le vería y así fue. La segunda en el 2001 para celebrar los setenta y cinco años de mi madre, ocasión que unió a la familia llegando de distintos lugares.

El día de mi regreso cuando ya hacía línea en el aeropuerto para abordar el avión con destino a Los Ángeles, el mundo se estremecía a causa de los ataques del once de septiembre en Nueva York, involuntariamente me quedaba una semana más. En el 2005 fui un poco más relajado ya en plan de vacaciones, estuve en el Petén y en otros lugares.

Nuevamente cinco años después arribo al Aeropuerto La Aurora. Por la noche nos reunimos toda la familia, hermanos, hermanas, sobrinos, cuñadas y cuñados junto a mi madre celebrando la llegada de su hijo. La veo bien a diferencia de cómo me la imaginaba, está por cumplir ochenta y cuatro años y en los últimos meses ha tenido que ser hospitalizada por distintas razones. Está muy activa con la diferencia que ahora usa bastón para salir a la calle pero a decir verdad físicamente Dios nos la ha guardado.

Los motivos son evidentes para acostarnos tarde. Necesito descansar, la noche anterior me acosté cerca de las doce de la noche y a las dos de la mañana me levanté porque debía estar a las cuatro en el aeropuerto de Los Ángeles, el avión salía a las seis. Sin embargo, a las cinco de la mañana mi hermano Saúl toca a la puerta, habíamos quedado de ir a Ipala, el pueblo de donde soy originario en Chiquimula en el oriente de Guatemala y donde viví hasta cumplir la mayoría de edad; estoy listo, le hago esperar solamente cinco minutos, le acompaña Arely su esposa.

Son las siete y estamos entrando a Jutiapa. Necesitamos desayunar pero para sorpresa no hay ni un sólo restaurante abierto, una clara evidencia de que en la provincia la gente no vive bajo el stress de las grandes urbes. Por fin encontramos un pequeño comedor donde una señora bastante joven enciende su pequeña estufa, le preguntamos si podemos desayunar y en unos veinte minutos nos prepara unos huevos revueltos con frijoles, queso fresco y salsa de tomate.

Mientras desayunamos le digo a Saúl: ¿Qué tal si subimos el volcán? -Hace unos cuarenta años que no he visto la laguna- Saúl se resiste aduciendo que el tiempo está limitado, me resigno y seguimos hablando de lo bello que es nuestro país. Nos dirigimos a Ipala. La carretera que en décadas atrás era de terracería hoy es asfaltada la han desviado al oeste del volcán y ahora lo que antes se hacía aproximadamente hora y media del cruce de la carretera a el Salvador a Ipala hoy se hacen unos veinte minutos.

Decisión de último momento.

Viajando rumbo a Ipala a la distancia vimos el desvío hacia el volcán. Saúl se detiene un tanto y viramos a la derecha y escucho: ``Vamos a subir``. Caminamos unos cuantos minutos y estamos en El Chaguitón, un conjunto de casas un tanto modernas al estilo del campo y con un parqueo bastante amplio para uso público.

Nos estacionamos y rápidamente nos aborda una señora bastante joven y muy simpática, hay que pagar Q.10 quetzales, entre plática y plática nos dice que todos quienes viven allí son de apellido Monroy. Mi papá nos habló siempre de tener familias en todos esos lugares y la doña hasta nos menciona el nombre de unos tíos nuestros, así que estamos en familia. Saúl abre la cajuela del carro, toma su sombrero, el machete corbo y se pone sus zapatos bulldog (una marca muy Antigua para zapatos de campo que vi siempre usar a mi papa). Arely y yo tendremos que hacerlo tal como vamos y así nos lanzamos a la aventura.

En palabras de la joven señora la travesía cuesta arriba puede ser entre cuarenta y cinco minutos a una hora. Un letrero con letras de color verde está ante nuestros ojos llamado ``El Sendero`` Piedras, tierra suelta, susurro de las aves y a lo lejos un campesino talando unos árboles. Saúl se acerca a un árbol y corta dos piezas de una rama y nos provee una especie de bastón para hacer más fácil el escalar. En pocos minutos el sudor invade y en mi caso, los anteojos se empañan a cada momento lo que hace más difícil mi visibilidad, los zapatos no me son apropiados para ese tipo de terreno, tampoco la ropa que visto.

Llegamos a la primer área de descanso, una enramada en cuyo interior hay unos muros de piedra que ya para entonces se sienten tan suaves como cualquier sofá de sala, Un recipiente de plástico donde los turistas deben depositar los embases vacíos porque quien diga que ahí no necesita refrescar su garganta es ``mentiroso``.

Seguimos la caminata y a cada instante viendo hacia arriba, la cúspide del volcán aún está lejos, vemos el carro estacionado y eso nos indica que es muy poco lo que hemos avanzado. El campesino que vimos talando árboles nos aparece misteriosamente con su revólver en la cintura y su machete corbo en la mano, se acerca y nos acompaña, nuevamente se habla de los Monroy, la conversación se torna muy amena pero mi sentido común me dice que también hace labor de vigilancia.

El cansancio es evidente, el corazón palpita aceleradamente, por instantes hay sentimientos de frustración y hasta de un posible ``arrepentimiento`` pero no es momento de claudicar, a lo lejos se ve la siguiente enramada, el segundo descanso, pero entre uno y otro ya nos hemos detenido unas cinco veces, y según el campesino falta más de la mitad.

Llegamos al tercer descanso.

El improvisado bastón sigue siendo nuestro mejor amigo, las dos botellas de agua se han agotado, llegamos a una pequeña choza donde venden, compramos una más para cada uno y seguimos hasta el cuarto descanso. Continuamos hasta las últimas dos casas donde dos personas nos atienden, hay que pagar la entrada, se nos recomienda no lanzar basura en el agua, guardar los embaces en los debidos recipientes. Se nos invita a pasar adelante y en menos de dos minutos está ante nosotros el majestuoso lago de aproximadamente 59 hectáreas y a unos 1500 metros de altitud (información recabada en la internet), ha sido una caminata de kilómetro y medio cuesta arriba.

El paisaje es bellísimo, todo es natural, me pregunto: ¿por qué las autoridades no han modernizado este lugar? Mi hermano como si adivinara me dice: ``Es la única manera de mantenerlo así, de otra manera se arruina el lago como sucede con el de Atitlán en Sololá y Amatitlán en el departamento de Guatemala a causa de químicos, drenajes etc.`` Cuarenta años atrás estuve allí. Esta es la tercera vez pero la primera en subir caminando, las anteriores fue a caballo por un camino diferente en plena juventud y adolescencia.

Son aproximadamente las doce, el día un tanto soleado, un calor húmedo agobiante y a lo lejos unas personas cocinando, el hambre ya se deja sentir, añoro un restaurante o simplemente donde comprar comida pero no hay. El viaje fue improvisado y ahora tendremos que atenernos a las consecuencias, una pequeña tarima de madera invita a descansar después de refrescar el rostro con las aguas frescas del lago.

El ruido de dos motores extractores de agua que la encausan por unas pipas (tubos) de seguro para abastecer al pueblo de Agua Blanca del departamento de Jutiapa al pie del volcán por el lado norte. Obviamente, el viaje no ha sido nada fácil, se puede llegar por el lado oriente cruzando las aldeas La Esperanza, Monte Rico y Piedra parada en carros de doble transmisión, pero sí de aventura se trata, nada mejor que ``El Sendero``.

Retorno.

De antemano sabíamos que sería una visita rápida porque todo se había hecho improvisadamente, necesitamos regresar el siguiente día a la capital y hay muchas actividades en agenda. El regreso deberá ser menos difícil por ser hacia abajo, el improvisado y rústico ``bastón`` seguirá siendo nuestro fiel aliado.

Comenzamos a descender, las personas salen a la puerta de sus casas para decirnos adiós, un gesto muy común en lugares apartados donde cualquier ruido o movimiento es detectado debido a la soledad en que se vive. Un niño sale al patio y dice:
—¿Ya fueron a la laguna? –¿les gusto?
—¡Claro que sí— es muy bonito—¿Y voz vas también?
—Si todos los días a las cuatro
—Que bueno—Adiós.

Seguimos cuesta abajo pero ahora aunque la velocidad es obvia, no hay ese agotamiento extremo como lo fue para subir. Los rayos del sol son más fuertes, los anteojos se empañan a cada dos minutos, mucha piedra suelta, esto representa un peligro inminente, la tierra es resbalosa y en un momento menos pensado sucede la primer caída. Un dolor como nunca antes, un grito desgarrador, pensé en una posible fractura y de seguro mi hermano me tendrá que cargar, ¡Qué pena! Unos cuantos estirones, hay movimiento en la rodilla y al menos no hay preocupación por fractura pero sí un fuerte dolor en la espalda por caer sobre una piedra que me habría de torturar por unas dos semanas al igual que la rodilla.

Unos niños en sentido contrario han salido de la escuela del Chaguitón y regresan a sus casas saltando sobre las piedras cuesta arriba como si nada. Me remonto cuarenta o cuarenta y cinco años atrás cuando subía cerros para trabajar en la agricultura junto a mi padre o al frente de los que trabajaban para él entonado canciones románticas, rancheras y hasta haciéndole de ``trovador`` ¡Tiempos aquellos..!

Seguimos caminado. Otra caída debido a la inseguridad en mi rodilla izquierda por el resbalón y cuando estamos cerca del parqueo sucede la tercera pero la satisfacción de haber subido, de cumplirse el sueño anhelado en anteriores viajes a Guatemala es mucha. Humorísticamente dijo mi hermano que ahora soy ``el señor de las tres caídas``, en alusión a las tres caídas de Cristo. Al igual que para subir dijo Saúl ``Hicimos más descansos que Cristo`` El hizo tres y nosotros no menos de quince.

En el parqueo un grupo de turistas se prepara para escalar el sendero y visitar ese lugar soñado. Entre ellos un francés cargando su mochila y un extendido sombrero que yo anhelé ansiosamente durante la aventura, hasta le pregunté a una señora donde compramos la tercera botella de agua:
—¿De casualidad tendrá una cachucha (gorra) que me venda?
—Fíjese que no tengo ni una, sólo una chiquita pero a usté no lo queda buena.
—Muy bien, gracias.

El turista francés veo que dirige sus azules ojos al rústico bastón, la esposa de Saúl le da suyo a uno de ellos y yo ignorando si habla español le doy el mío y le digo:

—It’s a best friend. Entre los europeos es común hablar varios idiomas.

—Thanks. En el instante le oigo hablar español con el guía y les deseamos buen viaje.

Pasados unos treinta minutos estamos entrando en mi pueblo querido (uno de los más importantes municipios de Chiquimula). El Granero de Oriente, famoso por la calidad de su frijol, tierra de ganaderos, caballos, de gente emprendedora, de poesía por llevar impregnada la sangre de Ismael Cerna (el poeta revolucionario que desde la cárcel desafió al entonces presidente Justo Rufino Barrios con su inmortal poema ¿Y qué?) En su honor la escuela y el parque llevan su nombre al igual que el parque de Chiquimula, la cabecera departamental.

En la escuela primaria y secundaria me destaque declamando sus poemas y recibir diplomas de honor al mérito. Es tierra de escritores y dramaturgos como Marco Antonio Lima (profesor Maco), de humoristas como David Pinto Villa fuerte (Alias Lencho Patas Planas declarado Rey feo universitario vitalicio), de compositores como Rolando Sanchinelly y otros. En resumen: ¡tierra de hombres y mujeres ilustres!

Antes de almorzar visitamos la tumba de mi padre donde dignamente le rendí el saludo poniendo mi mano en mi pecho, sé que sólo su cuerpo está allí porque su alma está con Cristo, hay evidencias de que antes de morir lo confesó como su único Señor y Salvador, y ahora en pocos minutos estábamos en el restaurante de un amigo de antaño saboreando una exquisita sopa de res. Admiro el majestuoso y nuevo palacio municipal, la escuela donde estudié parte de la educación primaria, el parque donde hoy añoro tantas vivencias juveniles.

Las razones son evidentes para afirmar que Ipala es un pueblo progresista. Sus vías de comunicación indudablemente le favorecen ya que se puede llegar por los cuatro puntos cardinales. Por muchas décadas el ferrocarril fue una vía de acceso extraordinaria, hoy con sus carreteras asfaltadas ha tenido un avance sin precedentes en comparación con pueblos vecinos.

Por doquier es común ver casas cuyas estructuras y diseños no envidian a residencias de zonas exclusivas de la capital. Donde en décadas pasadas era común ver un caballo o mula atados a un poste frente a las rústicas casas, hoy se ven mansiones y carros último modelo estacionados estratégicamente. Las bicicletas han sido sustituidas por veloces motos y como producto de la globalización, hasta el analfabeto campesino se comunica por celular desde el cerro más apartado y sus hijos son hábiles en manejar la computadora. Bancos e instituciones financieras, negocios influyentes, colegios y universidades contribuyen a diario al desarrollo de este pintoresco pueblo.

Visité otros lugares que progresan extraordinariamente también: Amatitlán, Panajachel, Antigua, Chimaltenango, San Luis Jilotepeque, entre ellos Puerto Barrios y Santo Tomás de Castilla, estos últimos en el norte del país que a pesar de ser puertos ancestrales y Barrios (cabecera departamental) no vi mucho avance después de cuarenta años al menos en lo que a infraestructura se refiere. ¿Dónde están las autoridades, los políticos que hasta ofrecen hacer puentes donde no hay río? En cuanto a Ipala, vayan mis felicitaciones y reconocimientos al señor alcalde municipal Rojel Pérez, antiguo compañero de escuela, por el empuje que le ha dado, no en vano tengo entendido que ha sido reelecto muchas veces.

Algo que como evangélico no puedo pasar por alto es el avance del cristianismo evangélico. Cuando salí en 1969 únicamente existía La Iglesia Amigos, la Adventista con grupos minoritarios y la Iglesia Católica que por tradición ha sido la más influyente, el evangelio era relegado a la gente sencilla, los obreros, jornaleros y como tal éramos vistos como gente de segunda clase. Hoy son varias las denominaciones que hacen fuerte presencia con mucha gente profesional, membrecías pujantes y como tal desaparecen cada día las supersticiones, espiritismo y otras creencias falsas.

En mi adolescencia por doquiera se escuchaba de brujos, centros espiritistas, de que ``don fulano`` adivina la suerte, que en tal lugar sale el cadejo, las lechuzas, el duende. El cadejo se dice que es un animal no muy grande con influencias malignas; el Duende, un personaje chaparrito que viste un sombrero grande y por lo regular persigue a las jovencitas; las lechuzas una especie de aves nocturnas negras, la Siguanaba o la mujer del Diablo etc. Todo eso ha venido desapareciendo porque donde llega el verdadero evangelio de Cristo también llega la libertad espiritual y los pueblos progresan. Constantemente escucho en Los Ángeles programas evangélicos en La Ipalteca.com y eso me permite estar informado.

La capital

Del centro no hay mucho que decir pero si de sus alrededores donde se percibe un crecimiento extraordinario. La ciudad se ha extendido hacia los cuatro puntos cardinales, centros comerciales que en nada envidian a Los Estados Unidos, edificios modernos por doquier, el Transmetro (un medio de transporte rápido y a bajo precio) pero lo más impresionante es el moderno aeropuerto que ya era necesario para estar si no a la altura de otros, al menos no quedarnos rezagados.

Sin embargo, no todo es color de rosa, la violencia es el tema de todo los días. Hoy está peor que hace veinticinco años cuando tuve que salir con mi familia desesperados por robos y asaltos a mano armada cuando era un comerciante a nivel de mediana empresa. No hay quien no hable o se queje de haber sido asaltado o de haberse escapado de alguna manera pero a la expectativa de que en cualquier momento puede ser víctima de lo peor.

—¿De qué sirve usté—me decía un taxista: ``aunque el gobierno quiera hacer algo con estos hijos de p…! si los derechos humanos los defienden``.

La contraparte diría: ``es un mal social a causa de la corrupción, de la falta de oportunidades, del nivel de impunidad. Otros que son todos los que los gringos deportan de los Estados Unidos y se convierten en mareros o ya vienen así en referencia a las pandillas de aquí. La realidad es que la violencia es un cáncer que crece aceleradamente sin que haya fuerza humana alguna que pueda detenerlo.

La iglesia por su parte hace lo que le corresponde. Guatemala es uno de los países de América Latina con el más alto porcentaje de evangélicos sin desestimar el trabajo de otros movimientos y por supuesto la iglesia católica. Su población es de trece millones de habitantes con un 30 % de evangélicos. Está comprobado que cada persona que abraza la fe en Jesucristo es un problema menos para el gobierno como en cualquier lugar del mundo.

La verdad es que Guatemala merece un destino mejor y el rescatarla es tarea de todos. Mi oración es por una Guatemala próspera donde reine el amor, la paz y la armonía que se consiguen solamente mediante un real encuentro con Jesucristo. Necesitamos elevar ese 30% si es que no es más dependiendo de a qué tiempo corresponde ese porcentaje porque el enorme crecimiento del evangelio es evidente.

El día siguiente estamos de regreso en la capital saboreando la aventura. Yo esperaba estar totalmente adolorido y sin poderme levantar como otros pero es todo lo contrario, salimos a caminar con Mynor, mi hermano menor pero con 45 años en su haber y no hay el más mínimo cansancio. El subir el volcán de Ipala ha sido una experiencia inolvidable..!

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