Recientemente asistí a una campaña
de aniversario de la iglesia en donde ministran unos pastores muy queridos y
respetados nuestros. El sermón estuvo a cargo de un joven y fogoso predicador
quien en su introducción pidió a los asitentes decir a la persona más
inmediata: ``Soy anormal``. Como era de esperarse todos nos quedamos en
suspenso y algunos en un tono quizá no muy obediente pero con un gesto cortés
le decía a su vecino: ``Soy anormal``, acompañado
por su puesto de una sonrisa un tanto insegura. El mensaje estuvo basado en la recompensa
de Dios a la fe de Caleb: “Pero a mi
siervo Caleb, por cuanto hubo en él otro espíritu, y decidió ir en pos de mí,
yo le meteré en la tierra donde entró, y su descendencia la tendra en poseción”
(Números 14:24).
Caleb sobresale en la Biblia porque
a la edad de 86 años reclamó a Josué la tierra que Moisés le había prometido
(Josué 14:9) hacía cuarenta años, diciendo sentirse tan fuerte como cuando tenía cuarenta.
“Todavía estoy tan fuerte como el día que Moisés me envió; cual era mi fuerza
entonces, tal es ahora mi fuerza para salir y para entrar” (Josué 14:11). Él y Josué habían formado parte de los doce
espías que Moisés había enviado para reconocer la tierra prometida, fueron los
dos que trajeron un informe positivo contrario a los otros diez cuyo mensaje fue
de desánimo al pueblo.
El predicador citó varios pasajes
en que desde la perspectiva humana se salen de toda lógica, lo que para los hombres
es anormal es normal para Dios. Es el
caso de Caleb que a sus ochenta y seis años se consideraba tener las fuerzas de
cuando tenía cuarenta, un hecho anormal ante la lógica humana. Pero el predicador fue más allá. Se refirió a la situación del mundo: lo que
ahora es normal es anormal para Dios y por supuesto para sus hijos. El
matrimonio homosexual ya sea entre un hombre con otro hombre o una mujer con
otra mujer es lo que cada día cobra más fuerza, en las escuelas ya enseña a los
niños que no hay diferencia entre un niño y una niña. De ahí hoy más que nunca
la necesidad de instruirlos desde muy temprano con las verdades bíblicas, orar
por ellos, ungirlos mientras duermen y encomedarlos a Dios cuando salen para su
escuela. En Estados Unidos ya son varios los estados que han aprobado el
matrimonio homosexual y algunos países de America Latina ya siguen su ejemplo.
El matrimonio entre personas del
mismo sexo desde la perspectiva divina se sale de toda normalidad. El apóstol
Pablo dice: “Por eso Dios los entregó a pasiones vergonsosas; pues aun sus
mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza. Y de igual
modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en
su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonsosos hombres con hombres,
y recibiendo en si mismos la retribución debida a su extravío. Y como ellos no
aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para
hacer cosas que no convienen`` (Romanos 1: 26-28). No cabe duda que el pasaje bíblico es fuerte
para todos aquellos que se sientan aludidos, pero es que para Dios no hay medias
tintes, o somos o no somos, el evangelio de Cristo es un ataque al pecado.
Lo bueno es que no importa cuan
bajo se llegue, el amor de Dios es infinito, Pablo dice: “porque cuando abundó
el pecado sobre abundó la gracia” (Romanos 5:20). El mismo Pablo que escribe el
pasaje del párrafo anterior aquí presenta
la grandeza del amor de Dios siempre que el hombre esté dispuesto a cambiar.
Por su parte el profeta Isaías dice: “Venid
luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si tus pecados fueren como la grana,
como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como la grana, como la
nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como
blanca lana” (Isaías 1:18). Por tanto, No hay pecado que Dios no pueda
perdonar. Son muchos los testimonios de personas exhomosexuales a quienes Dios
ha cambiado ya ahora son hombres o mujeres realizadas, padres o madres de familia
y fieles servidores de Dios. Dios ama a los homosexuales pero no su
homosexualidad porque Él aborrece al pecado pero ama al pecador.
Volviendo a la introdución que usó
el predicador, una vez entendido el mensaje los hermanos ya no reusaron verse
uno al otro y con sierto sentido de humor se decían “soy anormal”. Muchas veces he dicho en mis sermones “lo
que es normal para el mundo no lo es para Dios”. Debo también aclarar que el sermón no se
enfocó en el tema homosexual solamente, habló de muchas otras facetas de la
vida en que el actuar de Dios está por encima de la lógica humana. No en valde
dice: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros
caminos mis caminos, dijo Jehová`` (Isaías 55:8). Nuestra mente es finita mientras que la de
Dios es infinita, hay cosas que jamás las entenderemos en la tierra pero las
entenderemos en el cielo, por su puesto todos aquellos que hemos entregado
nuestra vida a Jesucristo.
Ahora con el enfoque que este joven
y fogoso predicador le dio al mensaje, puedo decir con conocimiento de causa
que el mundo cada día va de mal en peor.
El profeta se lamenta: ¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo
bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo
amargo por dulce, y a lo dulce por amargo” (Isaías 5:20). Nuestro deber como verdaderos cristianos es
predicar la palabra de Dios. Señalar el pecado pero también anunciar que en
Cristo Jesús hay perdón para todo aquel que esté dispuesto a reconocer la
necesidad de su salvación. Mientras
tanto: somos anormales para el mundo pero normales para Dios.
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