jueves, 14 de octubre de 2010

UNA AZAÑA DE HEROÍSMO Y FE

``Lo que comenzó como una tragedia terminó en bendición.`` Con estas palabras respondió el presidente de Chile Sebastián Piñera a una entrevista del programa Don Francisco Presenta de la cadena Univisión a pocos minutos de ver rescatados a los treinta y tres mineros que el cinco de agosto habían quedado bajo tierra causando preocupación a nivel mundial.

Millones y millones de personas estuvieron siguiendo la noticia durante setenta días. Cadenas de oración, peticiones y rogativas a Dios en las iglesias, en los hogares, correos electrónicos, mensajes de texto pero diez y siete días después se anunciaba al mundo que los mineros estaban con vida a más de setecientos metros de profundidad y hasta cantando el Himno nacional de su país. Desde el presidente hasta el más humilde ciudadano veían renacer la esperanza, sus familias eran reanimadas y ahora con mayor entusiasmo continuaban las labores de rescate enviándoles todo lo que era necesario para su subsistencia.

Es un hecho que se trataba de personas acostumbradas a permanecer dentro de la tierra pero a pesar de sus cuerpos estar capacitados física y sicológicamente a ese tipo de vida, nadie se imaginó lo que pasaría ese cinco de agosto en que su vida corría un inminente peligro y mucho menos pasar más de dos meses sin ver la luz del sol.

José Enriques, un fervoroso creyente y minero que ya en otras ocasiones había también expuesto su vida por sus compañeros y que en esta vez al parecer había advertido del peligro, se convertía ahora en guía espiritual al igual que el Pablo de la Biblia cuando era conducido prisionero a Roma, y que previamente había advertido al capitán del inminente peligro de navegar en pésimas condiciones sin haberle escuchado. Lucas relata en Hechos 27 que una tempestad con viento huracanado arrebató la nave, que durante 14 días no gustaron comida, que ante la necesidad de salvar sus vidas lazaron la carga en el mar para aminorar el peso pero aún así las condiciones no daban señales de mejorar. Pablo recibió la visita de un ángel quien le anunció que todos estarían a salvo excepto la nave y ahora el siervo de Dios les anima a comer y recobrar fuerzas para seguir hacia adelante. La palabra del apóstol se cumplió al pie de la letra y días después todos estaban a salvo.

Cuando escuchaba lo de José Enriques pienso en cuanta diferencia hace el que una persona temerosa y servidora de Dios se encuentre en una situación en donde la vida de muchos corre peligro. Al hablar de Enriques y el apóstol Pablo viene a mi mente el recordado evangelista Lázaro Santana que al desatarse la persecución de los cristianos en Cuba tras el triunfo de la revolución, cientos y cientos de ministros evangélicos tuvieron que salir, entre ellos Lázaro Santana que junto a otros se lanzaron al mar en una rústica embarcación. A la media noche y ante lo recio de la tormenta, el improvisado bote estaba por colapsar, los otros querían matarse y Santana les dice: —Preparen sus almas señores porque yo preparado me encuentro— Palabras éstas, que años después sonarían por toda América Latina como uno de los estribillos del ``Corrido de Santana.`` También es digno de reconocer al líder de los mineros Luis Urzúa (don lucho) por mantenerlos unidos durante toda la odisea, ser el último en salir ``como buen capitán`` en palabras del presidente y entregarle el turno al mandatario con dignidad y valentía, al igual que el boliviano que ahora se considera chileno.

Otro detalle que también da de que hablar es el caso del minero de las dos mujeres que tuvieron que enterarse la una de la otra a causa de la tragedia``. No es nuestro propósito inmiscuirnos en asuntos personales pero dado a que está siendo muy divulgado por los medios de comunicación, como ministro de Dios hago mención a lo dicho en la Biblia: ``Porque no hay nada oculto que no sea manifestado; ni escondido, que no salga a la luz`` (Marcos 4:22; Lucas 8:17).

Potiapó es el nombre del pueblo en el norte de Chile que será recordado como el lugar en donde fue improvisado el Campamento la Esperanza y donde quedaron atrás las diferencias políticas, religiosas y de cualquier índole para solidarizarse unos a otros y en donde desde el presidente y altas autoridades de su gobierno entre ellos los ministros de energía y minas y de salud hacían su hogar por más de dos meses, todos con un fin en común, el valor de la vida.

Hablando del presidente, sin ser chileno pero tengo amigos chilenos y ante todo hermanos en Cristo, admiro su abnegación y compromiso con su pueblo al permanecer allí con su esposa fortaleciendo a las familias y haciendo suya la causa, más en las horas cruciales cuando se hacían los últimos preparativos para que la cápsula Fénix pudiera traer uno a uno a la superficie. Por momentos se le veía muy angustiado, inspeccionando las maniobras, viendo hacia los lados, hacia arriba el girar de la polea que se encargaría de sostener lo cables para que la cápsula pudiera hacer su labor. Pero esas miradas hacia arriba también se interpretaban como señal de clamor ante el autor de la vida pidiendo el favor divino porque si bien el equipo de rescate hacía un trabajo excepcional, recordemos que somos humanos y a pesar de la experiencia y el profesionalismo, todo puede fallar en un momento dado.

Todos los mineros salían uno a uno según lo previsto. Más que felices abrazaban, se aferraban a sus esposas y familiares más cercanos, recibían el abrazo del presidente y de sus esposa, de los ministros y de quienes ahí se encontraban, pero hubo uno que llama la atención y es Mario Gómez quien al salir se arrodilló a dar gracias a Dios ante la mirada de los presentes, como el leproso de la Biblia.

Dice el escritor de los Hechos que cuando Jesús pasaba entre Samaria y Galilea le salieron diez leprosos pidiendo que tuviera misericordia de ellos. No era para menos, los leprosos tenían prohibido estar entre quienes no fueran como ellos dado que la lepra se consideraba contagiosa y era símbolo de pecado. Sin embargo, Jesús les sanó y ya una vez sanos siguieron su camino pero sólo uno regresó para agradecerle y no era ni siquiera judío sino samaritano. Jesús ante este hecho preguntó: ``No son diez los que fueron limpiados? ¿y los otros nueve donde están? Nadie se preocupó por dar gloria a Dios y por lo tanto al igual que en otros casos, este leproso ahora no sólo era limpio de su lepra sino salvo de sus pecados porque el Señor le dijo: ``levántate, vete, tu fe te ha salvado`` (Lucas 17:19).

Volviendo al presidente de Chile, han sido muchos los comentarios en su favor por su labor humanista a favor de su gente. Es digno de todo mandatario como se ha visto a otros responder de igual manera y no sólo estar con la gente en tiempos de campaña prometiendo construir puentes aún donde no hay río. Esto me recuerda al general Kiel Eugenio Lauguerud García presidente de mi país, Guatemala con el terremoto del 4 de Febrero de 1976. A eso de las 4 de la madrugada la tierra se estremecía con un temblor de más de 7 grados y en menos de un minuto, unas 28,000 personas morían bajo los escombros y miles y miles llenaban los hospitales heridos de gravedad. Las morgues eran insuficientes y miles eran enterrados en fosas comunes. Por motivos de trabajo yo recorría algunos departamentos y fui testigo de tanta desolación y muerte por doquier, podía ver cientos de cadáveres cubiertos con sábanas blancas uno tras otro en los parqueos de los hospitales.

Desde el primer día el presidente recorría el país en su helicóptero. Pronunciaba sus discursos dando ánimo, exhortando a la reconstrucción con su frase que se hiciera célebre: ¡Estamos heridos pero no de muerte! Cuenta la anécdota que en una de sus visitas llegó a un pueblo de occidente y al tocar tierra, una señora se asió de sus pies y le dijo: ¡Señor presidente y ahora qué hacemos? Con su voz firme de militar, la tomó de su mano, la levantó y le dijo: ¡Hay que trabajar señora!

Si el presidente Sebastián Piñera dijo ``Lo hicimos a la chilena`` Lauguerud García diría: ``Lo hicimos a la chapina! Esto es hacerlo bien. .

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